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jueves, 21 de octubre de 2010

Crítica

BRING ME THE HORIZON – THERE IS A HELL, BELIEVE ME I’VE SEEN IT. THERE IS A HEAVEN, LET’S KEEP IT A SECRET.

"La primera vez que vi una foto de Oli Sykes, vocalista de Bring Me The Horizon, en las páginas de una revista británica, allá por 2004, me entraron ganas de darle un bofetón y denunciar a sus padres a los servicios sociales por haber permitido que un chaval de apenas 16 años tuviera más garabatos en la piel que la puerta del retrete de un bar de mala muerte. Es una reacción que por lo que he observado a mi alrededor, es bastante común; al menos la del bofetón. Y es que por muy “guay” que les pueda parecer a chavales de su edad, y a las chavalas ni te cuento, ver a un tío como ellos tatuado de la cabeza a los pies y con un flequillo perfectamente estilizado, es evidente que para un gran sector del público tanta preocupación por la imagen provoca más bien grima. Términos como “esos niñatos tatuados” o directamente “esas mariconas” son a menudo utilizados para referirse a Bring Me The Horizon. Romper esa barrera psicológica de los prejuicios estéticos no es nada fácil –que se lo pregunten a Gallows o a Avenged Sevenfold lo que les ha costado-, y más si tu música tampoco ofrece nada particularmente nuevo. Estaremos de acuerdo en que, en sus inicios, BMTH eran otra banda más de metalcore que destacaba más por su juventud y sus pintas que por su música, pero también que eran mucho más cañeros y brutos de lo que cabría esperar viendo sus fotos. Y quien se haya tomado la molestia de ir escuchando sus discos, habrá percibido también un intento por crecer, por madurar y sobre todo, por hacer algo más personal.
Con dos álbumes en su haber y más conciertos en sus espaldas que la mayoría de los grupos que los critican juntos, el quinteto de Sheffield tenía que hacer un álbum que, de una vez por todas, callara todas las bocas y demostrara que eran más que un fenómeno adolescente. Nadie con un poco de sentido común, y un mínimo de objetividad, podrá decir que este “There Is A Hell…” es una basura. Podrá no gustar, claro, pero desde luego un disco así no sólo supone un salto cualitativo en la carrera del grupo, sino que además aporta ideas nuevas, algunas de ellas bastante arriesgadas, a un género tan proclive a estancarse como el metalcore. Teniendo en cuenta la popularidad conseguida por el grupo en Estados Unidos (en el último Warped triunfaron a lo grande), no hubiese sido extraño que el grupo hubiese optado por trabajar con un productor americano de renombre y grabar un disco más accesible para petar allí definitivamente. En lugar de eso, BMTH decidieron volver a los Studios Fredman de Suecia con Fredrik Nordström, como ya hicieron con su anterior “Suicide Seasons”, y facturar un disco que de comercial tiene más bien poco y que por su ambición, podría compararse al “Grey Britain” de Gallows. A mi modo de ver, dos factores han tenido una influencia directa en “There Is A Hell…”. Por un lado, el disco de remixes que editaron en noviembre de 2009, y por otro, la entrada en la formación de Jona Weinhofen, ex guitarrista de los australianos I Killed The Prom Queen. Del primero han tomado el gustillo por jugar con el tratamiento de las voces (si en la inicial y épica “Crucify Me” piensas que se te ha jodido el reproductor, tranquilo, es que suena así) y también metiendo algunas bases y teclados. Puede chocar de entrada y le da al disco cierto aire de laboratorio, pero hay que reconocer que el invento les ha salido bien y que les da un punto de originalidad. Por su parte, Weinhofen ha contribuido con riffs metaleros de primera clase como los de “Alligator Blood” (no muy lejos de Parkway Drive) o la casi sludge “Blacklist”. En algunos momentos (“Anthem”, “Home Sweet Hole” o “The Fox And The Wolf”, el tema de menos de dos minutos que cierra el álbum con Josh Scorgin de The Chariot como invitado), BMTH sacan su lado más hardcore con “gang vocals” a destajo y arrollando a quien se cruce por su camino. También dignas de mención son “It Never Ends”, con su febril atmósfera y uno de sus mejores estribillos, y “Fuck”, donde Josh Franceschi de You Me At Six le pone un punto melódico pero sin caer en el rollo punk pop para nada. Donde me convencen menos es en un par de temas más lentos. “Don’t Go”, con buenos arreglos de violines, se estropea cuando la canadiense LIGHTS interviene con su dulce voz acercándolos al rollo goth metal, y “Blessed With A Curse”, más potente, pero con un ritmo demasiado parecido a la anterior y Oli cantando prácticamente igual. Hubiese sido mejor juntar las dos ideas en un único tema.
Teniendo en cuenta que estos angelitos apenas pasan de los 20, saber hasta dónde pueden llegar en próximas entregas se plantea como un excitante enigma a resolver.
De momento, el bofetón me lo han devuelto ellos haciendo un disco así de bueno."

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